"Este disco es un billete que nos está haciendo recorrer toda Europa"
La banda sueca presenta esta noche por primera vez en España su trabajo 'Compass' en la sala Moby Dick, una brújula que siempre los devuelve a casa
Madrid - 03/11/2010
André Viningsson, vocalista de Bye bye bicycle, baja la calle del Barco hacía Gran Vía junto a Jakob Schroeder, su eterno amigo y guitarrista de la banda, mientras habla sin parar por el móvil en un idioma que solo entenderían los vikingos. Samuel Petersson, también guitarrista, el batería Viktor Engstróm y Nils Blomstrand, el bajo del grupo, los esperan a la puerta del que va a ser su apartamento mientras dure su gira de ocho días por España, incluido su estreno en la sala Moby Dick esta noche. Presentarán su primer disco Compass (2009, Bonjour Recordings) y también un viaje de más de 10 años juntos en el mundo de la música.
"Hay que cambiar de apartamento, ha habido cambios de última hora", les comenta el casero que trae las llaves de un ático en Jacometrezo, 11. Las guitarras, platillos y maletas, aun con las cintas de embalaje, se reparten entre los brazos de estos cinco chicos de una pequeña localidad llamada Bovallstrand (una aldea de 450 habitantes de la costa oeste de Suecia) que quedaba muy lejos del resto del mundo. Ahora ese viaje iniciático que emprendieron hace 10 años los lleva a cruzar - a paso de Beatles en Abbey Road (más uno)- la plaza de Callao hacia su nueva morada y al restaurante situado en el mismo edificio, donde comienza una charla con André Viningsson entre platos típicos españoles y cerveza.
"Compass es un viaje mental y nostálgico...como todos nuestro amigos al acabar el instituto, queríamos viajar a Nueva Zelanda, Alemania, Inglaterra, España, donde fuera; pero nuestros pasos nos llevaron a Gotemburgo, donde ahora vivimos y trabajamos. Las canciones de este disco son un homenaje a todos esos sentimientos y ganas de viajar; un billete que nos está haciendo recorrer toda Europa, pero al mismo tiempo nos devuelve allí para seguir creando", explica André Viningsson.
El cantante, de 24 años, hubiera soñado con componer La Ritournelle de Sebastian Tellier: "Cada vez que escucho el piano de esa canción pienso: 'Guau esto es el futuro' ". Pero Viningsson enseguida asegura que la mejor manera de homenajear a sus grupos favoritos es "no copiarlos", por eso cuando compone intenta no escuchar nada que le guste.
"Los flamenquines son pequeños hombres que cantan flamenco", se apresura a explicarles el camarero mientras de fondo se escucha Me duele, me duele de Marina Heredia. Pero la brújula, la herramienta principal de viaje que han elegido para su primer álbum, devuelve a Viningsson a Gotemburgo: "Se ha convertido en una de las ciudades más segregacionistas de Suecia. Gente de Turquía, los países del este y de África viven en los suburbios y con la llegada de la derecha radical Suecia no se ha inmutado, entre otras cosas porque ha habido un cambio hacia ese lado en Dinamarca y en Alemania también. Y eso es parte de la realidad de un país (Suecia) muy grande y con una población poco concentrada: conduciendo llego antes a París que al norte del país".
Samuel, Jakob, Nils y Viktor siguen empleándose a fondo con los platos que van saliendo de la cocina, aunque toman un respiro entre uno y otro con un cigarrillo, mientras Viningsson lo hace con un Snus, un derivado del tabaco en pequeñas bolsitas que se consume colocándose debajo del labio - "Ni se te ocurra olerlo, huele fatal", aconseja el batería a la periodista -. Son silenciosos y tranquilos, aunque el cantante es procaz en su respuesta cuando se trata de hablar de piratería: "Nosotros somos buenos haciendo música, no decidiendo qué camino seguir en el negocio(...) La solución sería que la gente supiera el esfuerzo que cuesta hacer música. No deberíamos tomar el camino de, como proponen algunas voces, no hacer discos y hacer conciertos continuamente. Todavía existe esa mentalidad de que si trabajas en algo que te divierte y no que te aburre y solo te da de comer, no es un trabajo".
Llega la sobremesa, que trae recuerdos de septiembre de 2009 y del teatro Storan, uno de los más importantes y antiguos de Suecia, donde se celebró el Spanish Independent Festival (SIF) y al que fueron invitados por la organización: "Después de ver a André metido en una nevera en el camerino mientras le hacíamos fotos, pensé que nunca nos dejarían venir a España", recuerda Jakob Schroeder. Se equivocaron. Les espera un concierto mañana en Barcelona, el 5 de noviembre en Andorra y el 9 en Málaga y un año hasta el próximo verano, cuando se vuelvan al estudio de grabación para lanzar un segundo trabajo, lleno de conciertos por Europa. Pero de momento, hoy les espera un plato de cocido madrileño y el público de la sala Moby Dick, al que desean llevar en "la buena dirección": directos a la pista de baile.